Recuerdo a Marielita, una niña que creció en Tecamachalco siempre alegre y rodeada del amor de su familia; estudió en una escuela católica lo que fortaleció su fe y amor por la Virgen de Guadalupe. Siempre destacaron sus ganas de crecer, de sobresalir y sobre todo de demostrar que como mujer tenía la capacidad de terminar una carrera profesional -en aquellos tiempos machistas-.

Al terminar la preparatoria y obtener excelencia académica ingresó a la Escuela Libre de Derecho, ahí el nombre de MARIELA estuvo a la altura de mis objetivos. No fue fácil llegar a la ciudad, pero fueron más las ganas de cumplir mis objetivos que darme la vuelta y regresar.

Durante mi estancia universitaria probé distintas opciones que te ofrece la abogacía, ingresé a despachos jurídicos, hice prácticas en el ministerio público y en el área jurídica del DIF, pero en el penúltimo año de la carrera inexplicablemente una institución llamó mi atención, el Poder Judicial de la Federación. Si, una institución que a ojos de muchos era inalcanzable… pero no para Mariela.

Así fue, toqué puertas y una de ellas se abrió para darme la oportunidad de hacer mi servicio social, lo que para mí significó el momento de oro, el ingreso a la institución y aunque no me garantizaba tener un trabajo, sabía que Dios siempre estaba a mi lado.

Puse todo el empeño y a la par terminé la universidad; ahí supe que mi meta inicial -estudiar una carrera profesional- me quedaba corta porque esa niña ya era una mujer que tenía más ganas de salir adelante, pues como hermana mayor de dos mujeres tenía mucho que dar.

A los 22 años un Juez Federal me dio mi primer nombramiento en un Juzgado de Distrito, en Zacatecas. Sin pensarlo y con el apoyo de mis papás emprendí esa gran aventura que se convirtió en el inicio, pues ahí residí cuatro años, para después irme a un Tribunal Colegiado de Circuito en Tamaulipas, posteriormente en Morelos, después Tlaxcala y finalmente una Magistrada Federal creyó en mí y me trajo a mi querido Estado Puebla.

El recorrido en esos lugares, se cuenta fácil, pero se vive un poco más complejo. Soy una mujer que dedicó su profesión a la carrera judicial, un sacrificio que vale la pena porque lo que te forma en esa institución es el amor al trabajo, la dedicación y el estudio a cada una de las sentencias, entender que tienes que dar todo, porque los expedientes no son hojas sino vidas, calidad de vidas de aquellas personas que tienen nombres. Labor que llevo en alto.

Así, uní mi vida a un hombre que respeta y apoya lo que hago, padre de mis dos hijas.  Niñas que me inspiran y me inyectan motivación, es por ello (y porque lo traigo en la sangre) que decidí junto con mi hermana iniciar un proyecto, que ahora veo materializado en una estética infantil VIP.

Little Style Estética, es el resultado de un sueño inspirado en mis hijas y mis sobrinos, donde los niños y niñas tienen pertenencia, pueden ir a un lugar donde se sientan cómodos, felices y sobre todo identificados.